lunes, 19 de julio de 2010

El escritor

No tengo nada para contar. Esa es la realidad. Han pasado varios años y me encuentro en la misma encrucijada. Sentado delante de aquel viejo cuaderno de papel amarillento y sin hacer nada más. Siempre esperando un golpe de suerte. Decidir cuando la inspiración viene, cuando lo que escribimos o lo que hacemos merece la pena, es algo realmente difícil. No se puede trazar una línea sin más y decir es un texto bueno o malo, escribir supone exponer todo lo que somos. Quizás no lo lea nunca nadie pero existe la posibilidad y eso es genera una sensación agobio. ¿Gustará? Ese texto representa nuestra propia personalidad. ¿Gustaré? Esa es la auténtica pregunta. El escritor no se guía por el impulso económico, solo me refiero al buen escritor, lo hace por la necesidad de expresar y aunque quizás nadie lea sus escritos, continúa. Sumirse en un mundo creado por él también es otro de los alicientes. Aquel que decide hacer el esbozo de una historia, comprueba el gran poder que tiene. Hay personajes que solo serán quimeras de su cabeza, pero él es su creado y demiurgo, tendrán que aceptar su destino por la sencilla razón de que es un universo donde las leyes no existen y no hay porque someterse a la lógica causal. En la escritura pura, sin convencionalismo, no tiene porque existir nada, ni tiempo, ni espacio, solo un entendimiento que, al fin y al cabo, es lo primordial.